Los niños versus crisis

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Los niños lo tienen claro. La crisis que nos asola en los últimos años podría paliarse, o al menos, hacernos sentir mejor, descansando más, comiendo mejor y haciendo un poco de deporte.

No son expertos en Economía, ni en Asuntos Internacionales ni en temas Políticos pero son los pequeños reyes de la casa y, aunque no nos demos cuenta, ellos sí que están pendiente de todo lo que ocurre a su alrededor. Por supuesto, también forman parte de la sociedad y, como todos, escuchan miles de veces al día la palabra crisis en diferentes bocas y contextos. Quizás no han identificado aún su significado exacto pero son lo bastante inteligentes como para detectar si sus padres se encuentran más preocupados de lo habitual, si no juegan tanto con ellos como lo hacían antes o si llegan tan tarde a casa que hay días que tienen que irse a la cama sin su beso de buenas noches. Otros, se han dado cuenta de que su padre o madre hace meses que ya no sonríe, a pesar de que ellos se esfuerzan en contarle historias simpáticas, recitarle poesías o bailarle la última canción que han aprendido en el cole.

Comprensión y consejos

Por eso, tampoco dudan en mostrar comprensión hacia sus padres y proponerles consejos similares a los que les dan a ellos. Resulta paradójico que sean nuestros protegidos los que tengan que recordarnos que lo fundamental es mostrar una actitud positiva hacia las circunstancias más adversas de la vida para afrontarlas de la forma más eficaz.

Está demostrado que los pequeños advierten las emociones que se están desarrollando a su alrededor y que éstas les influyen de forma considerable. Por tanto, no es extraño que en ellos también surja estrés, ansiedades, inquietud… y otros sentimientos que no deberían aparecer en edades tan tempranas.
Además, han empezado a comprender que ya no pueden estar pidiendo ropas y zapatos caros o de marcas, caprichos, juguetes… y es importante que sepan lo que realmente está ocurriendo en su entorno porque las cosas están cambiando y a pasos acelerados. No los convirtamos desde ahora en pequeños enfermos esclavos de las enfermedades del nuevo siglo.