Asesinato por indiferencia


¿Podría ser una persona «asesinada por indiferencia»? Por supuesto. Y es la mejor definición para casos cuyos límites superan la realidad y, sin embargo, no son casos aislados, sino fruto y simple reflejo de un ser humano cada vez más contemporáneo pero impersonal

René Robert

Ya lo aventuró Alejandro Amenábar en su ópera prima de los 90, «Tesis«, cuando nos dejó entrever una escena más que reveladora y llena de absoluto significado. Unos transeúntes tienen que pasar muy cerca de un accidente que ha ocurrido, donde hay alguna persona que ha muerto y, como no quieren ver tal escena tan horrible, caminan tapándose la cara pero con los dedos de la mano abierta (para intentar captar lo máximo que puedan).

indiferencia

Al ser humano le gusta conocer, murmurar, saber, propagar… pero sólo para comentar con el de al lado (o subir a redes sociales) y tener de algo de qué hablar, darse, en cierto modo, protagonismo al ser el portador de un supuesto conocimiento que otros en ese momento no poseen. Pero, ¿El factor solidaridad, empatía, bondad, acercamiento a otros entra en esta ecuación? Para algunos es evidente que sí, pero ¿Qué haría la gran mayoría?

Realidad supera ficción

Como suele suceder, la triste realidad supera la ficción y las suposiciones ante tales hipótesis y así ha sucedido en esta ocasión. Se llamaba René Robert, era fotógrafo, suizo, aunque llevaba más de media vida viviendo en París. Su vinculación con nuestro país fue su desmedida pasión por el arte flamenco, que conoció de la mano de su mujer, una bailaora sueca de un tablao parisino, que le trasmitió la pasión por este arte y le acercó a las figuras más grandes. Así, hacer retratos de Enrique Morente, Paco de Lucía, Fernando Terremoto, Camarón, Chano Lobato, entre otros, se convirtió en su trabajo habitual.

indiferencia humana

A sus 84 años y hace tan sólo unos días, Robert salió a dar un paseo alrededor de las nueve de la noche -como había hecho otras tantas veces – por las calles de su barrio parisino, en pleno centro de la capital francesa abarrotada de gente. Sin embargo, esta vez no pudo volver a casa, nunca más lo hizo.

Agonía e indiferencia

No se sabe muy bien si se desmayó o perdió el conocimiento pero el hecho es que se resbaló, cayó al suelo y allí se quedó. Durante nueve largas horas, inmóvil, impasible, muriendo, ante las fugaces miradas de los transeúntes que preferían no mirar; nueve horas de agonía, hipotermia, angustia, oyendo risas, viendo indiferencia, paralizado, sintiendo la decadencia humana en todo su esplendor, el dolor ajeno desplegado en forma de automatismos y miedos… hasta que finalmente murió.

prisa

Su amigo, el periodista, Michel Mompomtent, ha contado su historia resumiendo de forma magistral su muerte: «René Robert fue asesinado por la indiferencia».  Finalmente, tras esas nueve largas horas en el suelo, una persona sin hogar que lo vio llamó a una ambulancia pero ya era demasiado tarde, y no se pudo hacer nada por él porque se encontraba con una fuerte hipotermia.  

Prisas e indiferencia

Robert ha sido una persona más y, por supuesto, ni siquiera será la última, de cada ciudad, en cada rincón del mundo, sucede una historia similar diariamente. El impersonalismo, la individualidad y la indiferencia, especialmente de las grandes capitales, traen también aparejado situaciones como ésta.

prisas

La supuesta prisa de la vida rutinaria nos ha invadido hasta tal punto que nos impide mirar medio segundo hacia abajo (sin que sea a una pantalla de móvil) y plantearnos si quizás alguien necesita nuestra ayuda. Y continuamos corriendo, siempre corriendo, quizás no tenemos a dónde ir, no nos espera nadie, no hay prisas, no llegamos tarde, pero hay que fingirlo pero ¿Por qué no romper esa falsa rutina, dejar de engañarnos  y ser más auténticos con nosotros mismos?

 

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